La luz de la oración es inmensamente blanca, tardía como el esperado sol en la tormenta, en la impaciencia que nos hace mortales y sufribles, nulos en comprensión, en la ignorancia de las pobres mentes aplastadas en una ínfima parte de la tierra. El conjunto escapa a nuestros sentidos, la esperanza se retuerce y cegamos nuestras posibilidades de ser redimidos. "consummatum est", "todo se ha cumplido". Sólo cabe esperar añadiendo un atuendo a nuestra alma de verdad y humildad, eterno amor a Dios y los hombres y después orar, rezar al altar de los tiempos que serán consumados, bebidos en una última gota del cáliz, en la sangre viva de quién nos amó y protegió. En el Temple aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. El morado cielo de la muerte, -luto y penitencia-, es la llaga que profundiza en nuestros corazones cada día, cada velada de meditación que encierra un minúsculo sufrir que se torna alegría y paz en tan sublime oración por Jesús, por su terrible y gran paciencia ante nuestros pecados.
La luz de todas las súplicas es tan silenciosa como los sufrimientos anónimos, la cordura vestida de bella esencia corpórea que se enfrenta al alma, la vida, el ocaso de los cuerpos mortales. La oración es fruto de vida, esperanza, es el diálogo interno de nuestra alma rebelde, incapaz de ser individual sin la luz divina. La oración emerge inconsciente, en la profundidad de los miedos, transgrediendo los confines de la realidad; pero es pura como la conciencia, repleta de sabiduría. Viva luz que despide el corazón en diálogos interminables con el “yo” profundo, la vida, el origen primitivo de los instintos como los rituales de raras tribus que simulan bailes de peticiones y súplicas.
escrito por .. hermanos de cristo bloc.
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